domingo, 19 de septiembre de 2010

BRETAÑA FRANCIA


La ruta por la costa bretona, en la esquina noroeste de Francia, empieza en la ciudad de Dinan. El viaje descubre pueblos pesqueros y balnearios, faros al borde de acantilados vestigios prehistóricos y un rico patrimonio medieval., con más de mil kilómetros de costa, tiene una superficie de 27.210 km2 y tres millones de habitantes. La capital es Rennes .


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Los lugares más impresionantes de la costa de Bretaña
El viaje entre la ciudad de Dinan y los megalitos de Carnac traza un gran arco de este a oeste que pasa por los tramos de costa más impresionantes de esta nación del noroeste francés.

Leyendas celtas y ambiente balneario forman parte de su paisaje.
La Bretaña francesa es una inmensa península que desafía al océano Atlántico, y la intensa relación entre tierra y mar es evidente no sólo en la historia y en los accidentes geográficos de sus 1.200 kilómetros de litoral, sino que también se reconoce en la lengua, la música, la gastronomía y las leyendas. El recorrido traza la costa bretona de este a oeste y parte desde la histórica localidad de Saint-Malo, en el centro de la Côte d’Émeraude o Esmeralda, una ciudad amurallada, puerto de leyenda y lugar de veraneo a principios del siglo XX, con sus playas y sus balnearios estilo ‘belle-époque’.

Remontando treinta kilómetros el estuario del río Rance se llega a Dinan, ciudad que se encuentra retirada del mar, y que centra su encanto en el viejo casco urbano, con sus murallas y su castillo. Aquí se percibe la intensa relación bretona entre tierra y mar, que se reconoce en el paisaje y también en las tradiciones y la gastronomía. Para conocer el paisaje en sí, vale la pena recorrer los senderos litorales, llamados por lo general «aduaneros» porque antiguamente servían para vigilar el contrabando. Estos caminos escalan los acantilados rocosos y permiten el acceso a playas secretas, encajadas en pequeñas calas o ensenadas.

Bretaña hunde sus raíces en el pasado de los pueblos celtas y, por su historia y por su lengua, se encuentra más próxima de Irlanda o Gales que de Francia. A lo largo de la ruta y siempre con el océano de fondo, también se observa cómo la relación entre tierra y mar renueva constantemente sus formas, cambiando además con las estaciones del año. La Costa Émeraude, por ejemplo, deviene Costa de Granit Rose; debe el nombre a la mezcla de cuarzo y mica de sus rocas.


Las islas prolongan la riqueza litoral e incorporan, además, una historia y personalidad propias, ya que han sido puertos pesqueros, puntos estratégicos para el comercio o la defensa militar, e incluso prisiones o tierras de destierro. Islas como Bréhat o Ouessant en el norte, y Sein, Glénan, Groix o Belle-Île en el sur son paraísos de quietud y belleza salvaje. Brest -a 203 kilómetros de Dinan- es la tercera ciudad de Bretaña, después de Rennes y Nantes. Excepto su antiguo fuerte, erigido en el siglo XI pero cuyas piedras datan de época romana, la ciudad fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial.

Por otro lado, las puntas de Raz, Penmarch y Saint-Mathieu constituían uno de los confines del mundo en la Edad Media. Se dice que en el centro de la bahía de Douarnenez se encuentra sumergida la ciudad de Is, que en su tiempo fue la más bella del mundo. La Bretagne Sud empieza más abajo de Pont Aven, a cien kilómetros de Brest La ciudad de Auray es un buen lugar para conocer los rincones más bellos del departamento de Morbihan. El viejo puerto fluvial de Saint Goustan conserva la atmósfera pescadora de hace un siglo, cuando era la principal conexión entre Auray y la costa. A trece kilómetros de Auray se encuentra Carnac, con sus monumentos megalíticos de más de 6.000 años, cuyo misterio, tan antiguo como la humanidad, se resiste a revelarse.

CÓMO MOVERSE

Alquilar un vehículo es la forma más flexible de recorrer la región, aunque existen líneas regulares de autobús y de tren que conectan las principales localidades. Una alternativa de gran atractivo es enlazar algunas etapas por mar, viajando en transbordador.

http://www.azenor.fr/

Tren:

http://www.tgv-europe.es/es/?_LANG=ES

ALOJAMIENTO

Bretaña dispone de una amplia red de gîtes, casas que se alquilan completas o por habitaciones
http://www.gites-de-france.com/

En la región abundan los hoteles familiares adscritos a la cadena Hotels de Charme en Bretagne
http://www.hotels-de-charme-en-bretagne.com/

También destacan las granjas rurales con el distintivo Bienvenue à la ferme que ofrecen alojamiento
http://www.bretagnelaferme.com/

GASTRONOMÍA BRETONA

En la costa norte el plato tradicional es el marisco y en la sur, las ostras, pero lo más característico de Bretaña son las crêpes dulces y sus variantes saladas (galettes, palettes y gavottes). Lo mejor es degustarlas en una típica Crêperie Gourmande.

Clima

Se trata de un clima oceánico, templado, sobre todo a lo largo del litoral, con débiles diferencias de temperaturas entre el verano y el invierno. El viento de noroeste (noroît en francés, gwalarn en bretón) domina el norte. Las lluvias son frecuentes, pero de regular y alta intensidad. En una misma jornada, es normal que se alternen los claros y cielo cubierto. La vegetación es abundante. En la antigüedad, Bretaña era una región de bocage; pero la reorganización de las parcelas en los años 60 (la concentración parcelaria) ha eliminado una gran parte de la vegetación que bordeaba los campos.

Como llegar

Varias compañías ofrecen vuelos directos desde España al aeropuerto Dinard-Pleurtuit-Saint Malo, situado a 25 km de Dinan, al norte de Rennes. Otra opción es viajar hasta París, con mayor frecuencia de vuelos, y desde allí en tren hasta la estación de Montparnasse y continuar hasta Rennes, a 347 km.
En tren, se puede llegar a París desde Madrid y desde Barcelona

http://www.raileurope.es/ / inforeservas@raileurope.es.

De los dos aeropuertos parisinos –el de Orly y el de Charles de Gaulle– hay trenes y autobuses hasta la estación de Montparnasse, de donde salen los trenes TGV hasta Rennes.

Principales visitas

Bosque de Brocéliande.

En Paimpont, varios senderos recorren el bosque donde los juglares medievales
situaron las leyendas del rey Arturo.
Situado a unos 30 km de Rennes

http://www.paimpont.fr/
Aquí, los fantasmas de los Caballeros de la Mesa Redonda no andan lejos y a algunos no les costará percibir a Lancelot cerca del Valle sin Retorno. Y ¿no será aquello la silueta de Viviane? ¿Allí junto a la fuente de Barenton? El hechizo surte efecto por un sortilegio lanzado por alguna hada discreta. Porque… ¿quién puede aventurar lo que sucederá en el corazón de la propiedad del Mago Merlín?

Los lagos tienen nombres de ensueño, empezando por el Espejo de las Hadas (Miroir-aux-fées). Llevado por la imaginación es fácil dejarse arrastrar hacia un mundo maravilloso repleto de fuentes en ebullición, elfos y hadas. Es el encanto único de este bosque que se las ingenia para mezclar la leyenda con lo real, el mito con la historia. No sorprende pues que en la iglesia de Tréhorenteuc los símbolos cristianos y artúricos se mezclen en un vitral que representa a los apóstoles alrededor del Grial.

El Valle sin Retorno, víctima de varios incendios, alberga desde 1991 el Árbol de Oro, un castaño dorado con oro fino realizado por el artista François Davin. A su alrededor, cinco árboles negros recuerdan el bosque cremado. Este lugar sombrío y lleno de misterios es escenario de leyendas sobre la fuente de la eterna juventud o la tumba de Merlín. En cambio, otros hechos son bien reales como el roble de Guillotin que ha vivido más de mil primaveras o el árbol conocido como «de los hindrés» cuya circunferencia alcanza los 5 m. Tampoco hay que perderse el estanque del Pas du Houx, el más esperado del bosque, ni la abadía del siglo XIII a orillas del lago de Paimpont. Al sur del Bosque, cerca del Puente del Secreto, las antiguas forjas de Paimpont nos hablan de un pasado metalúrgico. Y, al Norte, el castillo de Comper no deja de hacerlo sobre la historia y… sus historias: fue propiedad de un compañero de Guillermo el conquistador y ahora es el centro de exposiciones del Centro Artúrico. Situado en el municipio de Campénéac, el impresionante castillo de Trécesson merece el desvío. También está cargado de leyendas y misterios desde que una Dama Blanca se pasea con regularidad por las landas brumosas de los alrededores.
Centro artúrico

El Centre de l’Imaginaire Arthurien está instalado en el castillo de Comper. En él se puede ver una exposición permanente sobre las leyendas medievales relacionadas con el rey Arturo y el mago Merlín, así como la tradición celta de Bretaña. Se organizan visitas guiadas y animadas por el bosque
Centro del Imaginario Artúrico:
http://www.centre-arthurien-broceliande.com/
Turismo Brocéliande:
http://www.broceliande-tourisme.info/
Guía de Brocéliande:
http://www.broceliande-pays.com/
Josselin.

Un fantástico castillo encaja a la perfección en la ciudad medieval.
http://www.josselin.com/

Dinan.

Es una de las ciudades medievalesmejor conservadas de la región. Antiguo puerto fluvial, se localiza en el interior de la denominada Costa Esmeralda. Sus puntos de interés se hallan dentro del recinto amurallado
donde están la basílica de Saint-Sauveur (siglo xii), el Castillo (xiv) y la torre de l’Horlage (sigloxv). La plaza del duque Jean IV es el mejor punto para iniciar la visita al centro, que debe incluir la calle Jerzual y la plaza Cordeliers y Merciers, flanqueadas por casas del siglo xv. La oficina de turismo organiza rutas guiadas y excursiones fluviales http://www.dinan-tourisme.com/

La calle Jerzual y las plazas de los Cordeliers y de los Merciers conservan las antiguas casas medievales de entramado de madera.

BREST Y SUS FAROS

Un fuerte del siglo xi preside Brest, 203 km al oeste de Dinan y punto de partida para recorrer el abrupto litoral oeste. En el extremo sobresale la punta de Saint-Mathieu, uno de los confines de Europa. Su abadía y faro forman


parte de la ruta «Camino de los faros» que, con inicio en Brest y final en Portsall, recorre el medio centenar de faros que puntean el litoral de Bretaña

http://www.brest-metropole-tourisme.fr/
Faro de Tevennec

Faro de la Vieille


Saint Malo.
Esta isla fortificada está 33 km al norte de Dinan.
La mejor vista del centro se disfruta desde el paseo que corona su muralla. Hay que visitar la Catedral de Saint-Vicent (siglo xii), con valiosas vidrieras, y el Castillo, hoy Museo de Historia. Desde el puerto salen ferries que recorren la Côte de Granit Rose.

http://www.ville-saint-malo.fr/


Maravillosa ciudad fortificada conocida en tiempos como la ciudad de los piratas. La ciudad intramuros se puede recorrer en un paseo por sus murallas.

Cabo Fréhel.

Espectaculares vistas desde los acantilados. Al lado está el fuerte La Latte, originario del siglo XII.
Costa de Granito Rosa.

Este litoral del norte de Bretaña recibe su nombre por el tono de sus rocas de cuarzo y mica. La erosión dio lugar a formas caprichosas que cobran mayor espectacularidad frente al pueblo de Perros-Guirec.

http://www.perros-guirec.com/

Para disfrutar del paisaje lo mejor es seguir los senderos que bordean el mar, entre calas y acantilados. Vale la pena visitar la isla de Bréhat, de gran riqueza paisajística. Salen barcas desde Pointe de l’Arcouest.

La erosión ha creado formas fantásticas en las rocas rosadas de esta costa norte. En el municipio de Perros-Guirec se hallan los tramos más espectaculares, que pueden seguirse a pie entre rocas y calas resguardadas.

Isla de Ouessant.

En su interior hay diversidad de paisajes y una costa muy abrupta en su litoral norte.
http://www.ot-ouessant.fr/

Punta de Raz.

Es un buen lugar para apreciar la bravura del océano en la región de Finistère.
http://www.finisteretourisme.com/

CARNAC

A 99 km, esta localidad de la costa sur alberga más de 3.000 restos prehistóricos, datados entre 5.000y 2.000 años a.C. Las principales alineaciones megalíticas pueden observarse desde una plataforma habilitada. Destacan el Cairn de Gavrinis, de 6 m de altura; el Gran Menhir, de 350 toneladas, y el Ménec, formado por más de mil menhires colocados en once filas. El Museo de la Prehistoria de Carnac completa la visita

http://www.carnac.fr/

http://www.museedecarnac.com/

El pueblo de pescadores de Auray, con un puerto fluvial, Pont-Aven, con galerías de arte, y la isla Belle-Île, la mayor de Bretaña, son excursiones recomendable

Sus miles de menhires en hilera forman el yacimiento prehistórico más importante de Europa.

Belle-Île.

Isla de retiro vacacional, cuenta con playas, la Costa Salvaje del sur y encantadores puertos.

http://www.belle-ile.com/
Quimper

Quimper es una ciudad muy coqueta, con unas calles muy bonitas y animadas. Sus casas típicas salpican el paseo.

http://www.quimper-tourisme.com/es.html

Recintos fortificados

Entrelos núcleos urbanos fortificados mejor conservados destacan: en el este, la bella ciudad gótica de Vitré, del siglo XIII, y la fortaleza de Fougères, ejemplo de sólida arquitectura medieval.
Más hacia el interior, Dinan, en el estuario del río Rance, conserva las murallas más importantes y antiguas de Bretaña.





En el norte, las murallas de Saint Malo impresionan por su fisonomía y por encerrar un armonioso conjunto arquitectónico del siglo XVIII.
En el centro dominan los castillos de Pontivy y de Josselin, ambos reconstruidos en el siglo XV. Y, en la costa sur, puede visitarse Concarneau, cuyas fortificaciones del siglo XV encierran una moderna ciudad.
http://www.cites-art.com/


A pie por Bretaña

La práctica del senderismo está muy extendida entre la población bretona y entre los visitantes. Pueden realizarse paseos sencillos en los 30 senderos del bosque de Paimpont. En la costa, una de las excursiones más típicas es la del Sendero de los Aduaneros, que desde el municipio de Perros-Guirec hasta las playas de Trégastel sigue un tramo de la costa de Granito Rosa. Para los senderistas experimentados se organizan salidas de varios días
http://www.formulesbretagne.com/
una muy típica es, en la costa de la región de Finistère, el «Camino de los faros», entre Brest y Portsall: seis días por el litoral y por alguna de las islas vecinas.

Más información

Internet: www.franceguide.com
www.vacaciones-bretana.com
www.region-bretagne.fr
http://www.bretagne.com/

A un paso:

El Monte Saint-Michel es una comuna francesa del departamento de la Mancha en la región de Baja Normandía. Situado sobre un promontorio rocoso en una isla mareal del estuario del río Couesnon, debe su nombre a la abadía consagrada al culto del arcángel Saint Michel (San Migu

La arquitectura prodigiosa del monte Saint-Michel y su bahía lo hacen el sitio turístico más concurrido de Normandía y uno de los primeros de Francia , con unos 3.200.000 visitantes cada año. Una estatua de San Miguel Arcángel colocada en la cumbre de la iglesia abacial se erige a 170 metros por encima de la orilla.

Todo el conjunto de edificios que componen la abadia estan catalogados como monumentos historico Nacional de Francia. Declarado como tal en 1.862
El Monte Saint-Michel figura desde 1979 en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO . En la declaración de la UNESCO están incluidos también la bahía y el antiguo molino de Moidrey, situado a unos cuatro kilómetros tierra adentro ( 48°35′07″N 1°30′22″O48.58528, -1.50611).
El monte Saint-Michel está situado a 48°38'10" de latitud norte y a 1°30'40" de longitud oeste, bañando su bahía el océano Atlántico. El islote se eleva a 92 metros de altitud.


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Las mareas
El Mont Saint-Michel en marea baja.
Las mareas espectaculares de la bahía contribuyeron mucho a hacer del monte una fortaleza inexpugnable. Durante siglos únicamente era accesible por vía terrestre en los momentos de marea baja, y por vía marítima cuando la marea era alta. Actualmente se puede acceder a la abadía en todo momento gracias a la carretera que lleva a los pies de la roca.

web oficial:
http://www.ot-montsaintmichel.com/index.htm?lang=en

Alojamientos :

http://www.accorhotels.com/es/booking/hotels-list.shtml

http://hotels.activehotels.es/1/1/3653153-inter-hotel-le-domaine-du-mont-roz-sur-couesnon.html

Sorprendidos, desde su mirador, asistimos maravillados a la subida de la marea. Absortos, vemos como en pocos minutos el mar se adentra en la tierra, inundándola; como el agua se desliza cubriendo unas “playas” embarradas y cómo centímetro a centímetro la fuerza poderosa del mar se acerca hasta los mismos pies del monte sobre el que se levanta majestuosa la Abadía de San Miguel. Nuestra mirada se pierde en aquel mar atlántico, que en breves minutos ha convertido un inmenso llano de color marrón, en un azul intenso y profundo, y así, nuestra mente recuerda ese momento en que pusimos el pie por primera vez en Normandía.

Normandía… su nombre evoca muchos recuerdos y colores; por un lado, mar y azules; por otro lado, bosques y verdes; pero también ciudades medievales, y cómo no, aquel día de triste recuerdo que tenemos presente en nuestra mente por tantas películas que hablaron sobre el desembarco durante la Segunda Guerra Mundial en las playas de Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword. Y tras viajar en nuestras retinas, por sus costas, por Honfleur o por Caen, recordamos ese mágico momento en que con nuestro coche enfilamos la Gran Vía, la única carretera que conecta al Mont Saint Michel con el continente.
Allí al volante del coche, vemos aparecer, como si se tratara de un espejismo, entre la neblina la silueta fantasmal de la gran roca, coronada por la abadía benedictina de San Miguel. Y poco a poco, esa imagen casi fantasmal, se va perfilando para deleitarnos con su belleza y con su imponente elegancia. Rodeados de riadas de peregrinos que acuden al monasterio, finalmente llegamos a las puertas de la ciudadela. Y entonces, la primera fascinación, se transforma en admiración.

Su Historia y Leyenda:
… y desde aquel mirador, viajamos en el tiempo, a aquéllos siglos en que allí no había más que una gran masa rocosa que se alzaba entre los límites de Normandía y Bretaña. El Monte Tumba, así se le llamaba allá por el siglo IV, cuando el bosque de Scissy ocupaba toda la zona. Aquél lugar ya era por aquél entonces un lugar de peregrinación y de ermitaños. Cuenta la leyenda que San Auberto, que era obispo de Avranches, una ciudad cercana al Mont Saint Michel, recibió una noche la visita del Arcángel San Miguel, quien tocándole en la frente, le introdujo la idea de la construcción de una Abadía en aquel monte, dedicado a su nombre. Corría el año 708. Piedra a piedra, se levantó aquel inmenso Santuario sobre la roca, y en poco tiempo a su alrededor se fueron estableciendo los peregrinos, conformando la actual ciudadela que la rodea. Sin embargo, apenas un año después, en el 709, un gran cataclismo hizo que el mar se adentrara en tierra e inundara toda la zona, dejando aislado el Mont Saint Michel. Desde entonces, el monte se ha convertido en una auténtica fortaleza, pues ese fenómeno de las mareas se repite dos veces diariamente, dejando a la ciudadela y su Abadía unida a tierra solamente por su carretera. Dicen que es tal la velocidad a la que suben las mareas, que el agua atraparía con facilidad a un caballo al galope… por eso, con cada subida del mar, las campanas del Monte, avisan con suficiente antelación, pues se ha convertido en casi una tradición o una curiosidad turística, el observar esa subida del mar a ras de orilla.
Muchas leyendas han corrido desde su construcción en el 708; desde aquel día en que supuestamente el mar atrapó en su huida a una mujer embarazada, y ésta reapareció andando por la orilla y con su niño en los brazos, cuando el mar volvió a apartarse; hasta los que creen tener visiones de enfrentamientos mitológicos sobre el propio monte entre las fuerzas del mal y el Arcángel San Miguel.

La Ciudadela
Sobre una isla de 900 metros de circunferencia y 80 de alto, lo primero con lo que nos encontramos es con el pequeño pueblo que rodea a la Abadía. No hay nada más agradable que callejear por la muralla, y no sólo ir admirando el paisaje que desde ella se tiene, sino también disfrutar con las numerosas tiendas de souvenirs que hay en el pueblo. Y es que este pequeño pueblito vive de eso; del turismo; de los peregrinos. Son varias las callejas empinadas las que suben hacia el Monasterio; y en todas podremos comprar los típicos recuerdos, y sobre todo la clásica figura de san Miguel. Por lo demás, poco hay que ver en el pueblo, salvo quizás la Iglesia de St. Pierre, un pequeño edificio de los siglos XV-XVI.

La Abadía
El conjunto monástico comprende la iglesia abacial (la que en cualquier foto se puede ver en lo más alto del Monte), la abadía románica, al oeste, y la Mervell al norte, donde se encuentra el famoso claustro, construidos por los monjes benedictinos en el siglo XIII. A ella se accede desde varios senderos, a cual más lleno de gente que suben bien por admirarla, bien por orar entre sus muros; senderos que serpenteantes y empinados llegan hasta las mismas escaleras de acceso, las que nos abrirán paso hacia su nave de estilo románico…
… y tras descender nuevamente hasta los mismos pies del monte, donde la marea inunda sus tierras, nos volvemos para echarle una nueva mirada, y grabar en nuestras retinas su imagen mágica…
“Peregrino, siembra tu sueño
a mis pies, en mi orilla
allí donde el mar se hace dueño
aquí donde mi luna brilla…”


Espero amig@s hayais disfrutado con esta propuesta de viaje, sin duda alguna un recorrido para disfrutar de la naturaleza y del mar.

domingo, 12 de septiembre de 2010

CASTILLOS DE BAVIERA

Baviera, Alemania

Fastuosos palacios encaramados en los riscos, amplios y armoniosos valles cuajados de pueblecitos y abruptas montañas jalonan esta fascinante región saturada de encanto, opulencia y romanticismo .

Castillo de Neuschwanstein

Web oficial del castillo

http://www.neuschwanstein.de/spanisch/palacio/index.htm

Si alguien narrara honradamente el paisaje de la Alta Baviera, esa franja risueña que se extiende desde el sur de Munich

Mercado navideño de Munich

hasta los Alpes, daría la impresión de estar contando un cuento. «Érase una vez un país cuyas montañas trepan a las nubes...» La nieve de las cimas forma arroyos y cascadas por las gargantas, y al llegar a la llanura se transforma en miles de lagos de todos los tamaños y colores. Los pueblos parecen de juguete, con tapias cubiertas de pinturas y balcones rebosantes de flores; pero son casas confortables donde viven gentes que parecen muy felices. Como en los cuentos.
Los bávaros son campesinos en su mayoría, y los que no, viven como tales. Les gusta ponerse el traje tradicional a la menor ocasión; sobre todo en las fiestas, casi siempre religiosas. No dicen hola o buenos días, sino Grüss’ Gott, el piadoso saludo que comparten con los austriacos. Los llaman los «latinos» de Alemania, y es cierto que el colorido, las iglesias forradas de riquezas, las procesiones por los prados, recuerdan el cálido ambiente de un sur cuya frontera la trazó la Contrarreforma más que la geografía.
Sin perder la sustancia conservadora, los habitantes de la Alta Baviera han cambiado por imperativos del desarrollo. Aún se ven vacas, pero esto parece más un polideportivo al aire libre que otra cosa. Los caballos se usan sobre todo para hacer excursiones o tirar de viejas calesas. Es difícil dar veinte zancadas sin cruzarte con una reata de ciclistas o una pareja de senderistas; no son pandas de colegio, no, sino sexagenarios en calzón corto. La chavalería se dedica a cosas más audaces, como lanzarse a tumba abierta por un torrente criminal, o volar con alas de tela.
País de cuento de hadas, ya se ha dicho. Por el paisaje, los pueblos de juguete y los campesinos trajeados a la antigua, pero también por sus castillos de leyenda. Sobre todo los que construyó el llamado «rey loco» a finales del siglo xix. Luis II de Baviera soñaba con hacer de éste un lugar donde el arte y la música transfigurasen la vulgaridad de lo cotidiano. Por eso escapaba a la pureza de sus queridas montañas, donde levantó fantasías de piedra.
Una réplica de Versalles

El lago Chiemsee tiene dos islas,

una grande y otra pequeña, llamadas respectivamente Herreninsel –isla de los señores– y Fraueninsel –de las damas–. La grande se la reservó el rey para sí. Allí hizo levantar una réplica del palacio de Versalles, con sus fuentes, parterres y jardines. El salón de los Espejos tiene medidas algo mayores que el de Versalles; pero ciertas estancias, como el dormitorio de gala, superan de largo el modelo francés. Las costosas obras nunca se acabaron. En realidad, en la isla existía ya un castillo, el Altes Schloss, que se mantiene pegado a la copia versallesca.
A la Herreninsel sólo se puede ir en un pequeño transbordador. La Fraueninseln, en cambio, está habitada: hay viviendas de pescadores, casas de huéspedes, algunos hoteles. Y un monasterio benedictino que se remonta al siglo viii. Las monjas, además de rezar, elaboran un licor muy solicitado, dulces de mazapán y otras fruslerías. La Fraueninseln se puede recorrer a pie en un cuarto de hora, pero nadie viene aquí con el cronómetro en la mano.
Del Chiemsee hacia poniente, según vamos al encuentro de los montes Ammergebirge, atravesamos Bad Tölz, la «capital» de la alta Baviera. Como indica su nombre –bad significa baño–, es localidad balnearia donde se hace de todo con el agua: beberla, inhalarla, nadar, tomar saunas... Los espíritus de secano pueden optar por el Markt o plaza Mayor, con edificios burgueses, o por el monasterio barroco de Benediktbeuren, kilómetros más adelante.
El horizonte de montañas crece como un suflé, se aproxima, y al llegar a Garmisch-Partenkirchen queda al alcance de la mano. Garmisch, no muy grande, pero con una agitación desproporcionada, es una meca para los amantes de la nieve. Aquí se celebraron los Juegos Olímpicos de invierno de 1936, en un estadio hitleriano con estatuas de un realismo tallado a hachazos. Todavía se utiliza.

A un paso del centro urbano están las gargantas de Partnach, el escurridero por el que desagua un glaciar de la Zugspitze. En 1905 se abrió este angosto desfiladero al turismo, para lo cual hubo que cavar túneles en la roca. El agua ruge con fiereza y produce un polvillo que cala los huesos, por más que a la entrada alquilen un plástico protector.
A la Zugspitze –la montaña más alta de Alemania– se puede subir en tren cremallera o en teleférico. Arriba se practica un esquí sin fronteras: puede que, tras una voltereta, acabes despatarrado en el Tirol. A Luis II le fascinaba tanto esta montaña, que se hizo construir un pabellón de caza no lejos de aquí, cerca de Elmau. Algunos lo llaman «el palacio persa» por su gusto orientalista. Lo cierto es que el servicio vestía a la turca, y siempre tenía dispuestas pipas de agua; el rey no lo usó mucho, la verdad. Oberammergau, más adelante, es un pueblo precioso, con sus fachadas pintadas de perifollos barrocos.
Muy cerca, en un enorme parque, se esconde el castillo de Linderhof, una joya de estilo rococó arropada por estanques, fuentes y jardines escalonados, el único que Luis II terminó por completo. En un flanco del jardín construyó una gruta artificial que «reproduce» la Gruta Azul de Capri; en realidad, es un decorado real para el Parsifal wagneriano. Un pequeño escenario se abre a un lago sobre el que flota una góndola dorada en forma de cisne.

El refugio de Luis II
Al final de su vida, Luis II olvidaba los enredos cortesanos, se recluía aquí largas temporadas y hacía que una orquesta interpretara hasta el agotamiento la música de Wagner, que él escuchaba embelesado sobre la góndola. Visconti, en su película Ludwig, se permitió ir muy lejos al retratar el mórbido ambiente que envolvía al soberano, cuando organizaba en esta cueva francachelas con lacayos y muchachos campesinos.
También entre florestas, muy cerca, está Kloster Ettal, monasterio benedictino célebre por su cúpula en forma de panza de abad, por el canto gregoriano de los monjes y por un convincente licor conventual. Más adelante, sugiero un desvío a una iglesia en medio de los prados que llaman precisamente Wieskirche –iglesia del prado–, un delirio rococó de dorados y ángeles mofletudos. El abad Marianus, que puso la primera piedra, grabó en uno de los vitrales: «Aquí se encuentra la felicidad, aquí el corazón halla la paz». Difícil sería llevarle la contraria.

Hemos penetrado en Ostallgäu, una comarca repleta de joyas recónditas y anónimas. Quien no esté interesado por los arcanos artísticos, puede disfrutar con el Forgensee y el racimo de lagos menores que lo escoltan. O subir al Tegelberg, acosado por más senderistas que hormigas. Füssen, una cercana población vigilada por su castillo episcopal, tiene bastante animación, tiendas y tabernas simpáticas. Pero el verdadero imán irresistible está en Schwangau, el pueblo de los castillos reales.

En Schwangau de Arriba –así habría que traducir Hohenschwangau–, sobre una colina asomada al azogue líquido del Schwansee, se alza el perfil cremoso de un castillo que hizo construir el padre de Luis II. Éste pasó gratos momentos en aquel «paraíso en la tierra que ha forjado mis ideales y me ha hecho feliz», como escribió a su admirado Richard Wagner. La amistad con el músico estaba predestinada: el interior del castillo está decorado con frescos que reproducen, cual cromos infantiles, la saga germánica de Lohengrin.
Cuatro años después de acceder al trono, Luis levantó, casi a tiro de ballesta de la residencia familiar, la más querida de sus fantasías, Neuschwanstein, el castillo de Lohengrin hecho realidad. Su mágico perfil, con las torres y los chapiteles empinados sobre un peñasco, rodeado de bosques, lagos y montañas de postal, fue copiado por Walt Disney para La bella durmiente. La idea de estar pisando un decorado de película sólo se desvanece cuando compruebas la detallista solidez con que están labrados los capiteles de piedra, engastados los mosaicos, extendidos los frescos que, esta vez, narran la saga del Lohengrin wagneriano como un espejo reflejando otro espejo.
El castillo encarna como ningún otro el ucrónico medievalismo del monarca, esa pompa de sueños en la que pretendió zafarse de la realidad. No siempre fue así. Al principio se tomó muy a pecho su papel: mandó edificar colegios e institutos, fundó escuelas superiores y academias. Pero vino el desencuentro con la camarilla palaciega. Luis llegó a odiar la corte de Munich, desatendía los asuntos de estado y escapaba a sus palacios, cuyos gastos alarmaban a los ministros. Éstos consiguieron un dictamen médico que certificaba la locura del rey. Los doctores ni siquiera lo examinaron; era evidente que sobre los supuestos trastornos mentales o las rarezas sentimentales planeaba un gran malestar por la negativa de Luis a integrarse en la Gran Alemania de Bismarck.
En la madrugada del 10 de junio de 1886, nobles, ministros, médicos y enfermeras llegaron al castillo de Neuschwanstein. No prendieron al rey, pero lo hicieron una noche después. Fue llevado al amanecer al castillo de Berg, junto al lago Starnberg. Al día siguiente se permitió que saliera a dar un paseo acompañado de su médico. No regresaron: sus cuerpos aparecieron flotando entre la maleza, en el lugar donde ahora se levanta una cruz de hierro.
Un cuento con final poco feliz, pero sólo en lo que atañe al rey protagonista. Lo cierto es que sus castillos están ahí, y el pueblo ama la memoria del monarca soñador. Contables y burócratas hubieran debido anotar en sus cuadernos el caudal de visitantes que anega estos castillos de locura, su contribución para hacer de la Alta Baviera un país hermoso y concurrido, lleno de animación y de vida. La vida, a veces, puede ser más hermosa que los cuentos.

Cómo llegar
La mejor manera de llegar a la zona es aterrizar en Munich. Desde varias ciudades hay conexion directa , Bilbao , Madrid , Barcelona.....

Cómo moverse
Existen itinerarios turísticos señalizados que proponen rutas temáticas como la de los Alpes (entre Lindau y Füssen).

La red ferroviaria Deutsch Bundesbahn

http://www.bahn.de/i/view/ESP/es/index.shtml
permite llegar cómodamente en tren a los rincones de la región (Ferrocarriles Alemanes, . La tarjeta de tren Wochendeticket ofrece tarifas especiales para los fines de semana.

Una gastronomía consistente
Lo habitual en la Alta Baviera es comer en mesones y cervecerías que, con el buen tiempo, se amplían en terrazas y jardines. La reina de la mesa es la cerveza, normalmente servida en jarras de un litro. Las salchichas blancas o weißwurst –elaboradas con tocino y carne de ternera picada, especias, perejil y piel de limón–, son un producto típico, igual que los rábanos y los brem’z, panes salados. Los guisos son muy consistentes. Entre otros, destacan el de hígado de ternera, con hierbas y cebollas, y el asado de cerdo con albóndigas, que pueden ser de pan blanco, semmelknödel, o bien de patatas, kartoffelknödel.

Alojamiento
La catalogación de los hoteles es similar a la nuestra. Fuera de las grandes urbes es habitual encontrar fremdenzimmer, casas de huéspedes, donde las tarifas son más económicas. En los gasthof, equivalentes a nuestras clásicas fondas y muy confortables, se presta una especial atención a la gastronomía.

Pueblos y ciudades imprescindibles
Como si de un museo al aire libre se tratase, el pueblecito de Oberammergau tiene un sinfín de fachadas decoradas con pinturas. Una de las más espectaculares es la casa de Pilatos, en la Ludwig Thomas straßeBad Tölz es una ciudad-balneario frecuentada por visitantes que acuden a tomar las aguas de sus manantiales. La localidad conserva la costumbre de pintar el mobiliario y la exhibe en el Heimatmuseo

Füssen es un agradable pueblo situado al pie de las montañas que separan la Baviera alemana del Tirol austriaco. Aquí sobresale el castillo, donde se visita, entre otras, la sala de los Caballeros. En el Forggensee, el lago de Füssen, se pueden dar paseos en barca de hora y media entre junio y septiembre

Entre Füssen y Garmisch, en medio de prados, está la iglesia de Wies. Tradicional lugar de peregrinación, su interior es de estilo rococó. En Ettal destaca su monasterio, fundado en 1330; el interior también muestra una decoración rococó. Turismo de Ettal

Explorando los lagos y los Alpes de Baviera
La capital alpina de Baviera es Garmisch-Partenkirchen. Esta antigua ciudad balneario se ha convertido en base de muchas excursiones por los Alpes bávaros. Con el buen tiempo se hacen rutas, y en invierno se practica el esquí.
La principal atracción del enclave es la ascensión a la Zugspitze, que con sus 2.963 metros es la montaña más alta de Alemania. Se llega hasta la cima en un funicular que tarda poco más de una hora, o en un teleférico que realiza la ascensión en 10 minutos. Se puede subir por una ruta y bajar por otra con un billete válido para ambos medios. El ticket incluye en invierno un pase diario para esquiar.
Hay cumbres menores que también pueden visitarse como la Alpspitze o a la cima Wank. Las gargantas de Partnach son otro punto inexcusable para los amantes de la naturaleza. Asociación Alpina Alemana, Tel. 89 235 0900.
Los lagos son otro atractivo fundamental de la Alta Baviera. El Starnbergersee, un espacio habitual para nadadores, navegantes y windsurfistas, es uno de los mayores de la región. Una cara diferente ofrece el Chiemsee, que conserva un entorno tranquilo y sosegado, idóneo para relajados paseos en barca y para amantes de las caminatas alrededor de su perímetro.

La ruta de los castillos de Luis II
Desde Munich y otras ciudades de Baviera se organizan excursiones temáticas en autocar, en tren o en bicicleta por los pueblos y paisajes prealpinos; uno de estos circuitos recorre los castillos de Luis II. La Oficina Regional de Turismo de la Alta Baviera da información sobre las mismas, y también sobre el alojamiento. Información de los Castillos Bávaros.
Hohenschwangau. Situado en el paraje alpino de Schwangau, aquí pasó Luis II su infancia. El interior está decorado con frescos que narran los éxitos de la caballería germánica en la Edad Media. Destaca la sala del Caballero del Cisne, donde se ilustra la leyenda de Lohengrin.
Neuschwanstein. Un palacio encajado entre desfiladeros, posiblemente el de mayor carácter romántico entre todos los mandados construir por el rey. El interior ofrece un contraste de austeras salas y otras decoradas con pinturas que representan las óperas del compositor Wagner.
Linderhof.

Edificio de inspiración rococó, es una de las obras más refinadas que llevan el sello de Luis II, y una de sus residencias habituales. Dentro destaca su dormitorio, con un revestimiento de estuco dorado y paredes con tallas y pinturas que rememoran el lujo de Luis XIV en Versalles.
Herrenchiemsee. Luis II escogió el lago Chiemsee como perfecto lugar de retiro. El palacio, concebidocomo una réplica del lujo versallesco, quedó inacabado por falta de recursos. La galería de los Espejos es una de sus salas principales. En una de sus alas se aloja un museo con objetos personales del rey. Desde el embarcadero de Prien sale un servicio regular de barcos que realizan la vuelta al lago Chiemsee y comunican sus islas.
Más información

http://www.muenchen.de/home/60093/Homepage.html

Oficina Nacional Alemana de Turismo en Madrid. Calle San Agustín, 2. 28014 Madrid. Tel. 914 293 551.
• Oficina de Turismo de Baviera en Munich. •

En Internet: http://www.germany-tourism.de/

www.btl.de/bayern

http://www.alemania-turismo.com/

Teneis mas ayuda de como organizar vuestro viaje en el enlace .Diseña tu aventura , en el menu principal.



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